Quiero que examinemos la verdadera
naturaleza de la violencia, y de su solución, la cual, como se verá más
adelante, está dentro de cada uno.
Sí, dentro, no afuera!
Cada día los
medios masivos de comunicación abundan en noticias que hablan de violencia, en
sus múltiples formas. Toda esta información abre muchas preguntas, sin embargo,
no hemos escuchado aún la respuesta a
cuál es el camino de salida de un mundo con violencia, hacia un mundo
con amor.
Para ello, es necesario, de manera ineludible, dejar de dar por
sentado nuestro actual modelo de referencia, también llamado Sistema de
Pensamiento.
Pues sabemos que es nuestra manera de pensar, evaluar, y juzgar las
cosas, aquella que determina los sentimientos que alguna situación, persona o cualquier parte
del mundo nos provoque.
Los pensamientos y conscuentemente los sentimientos, definen las
conductas visibles o respuestas que damos al medio que nos circunda.
Cuando estas conductas o maneras de responder se repiten, se vuelven hábitos, lo cuales definen un
carácter o una personalidad. (lo que cotidianamente llamamos nuestra “manera de
ser”).
Finalmente esta manera de ser, o actitud básica para estar-en-el-mundo,
es lo que sella nuestro destino.
Pues el mundo que vemos allí afuera, cual reflejo en un espejo, responde y
nos muestra los resultados de nuestro sistema de pensamiento.
Es por ello que la única solución definitiva a los “Problemas” que vemos allá “afuera” en
el mundo, consiste en transformar nuestros pensamientos acerca del mundo,
nuestra manera de ver.
Desde mediados del siglo XX, la física moderna, específicamente la física
cuántica, ha constatado el hecho de que el simple acto de observar un fenómeno,
afecta los resultados del mismo. Es decir, que el observador no puede ser
considerado como algo aparte de la realidad que está observando. Somos
inseparables de la realidad que observamos. En consecuencia, la percepción no
es algo personal que sólo nos atañe a nosotros mismos como individuos aislados,
sino que afecta directamente lo percibido. No somos los únicos que
experimentamos los efectos de nuestra manera de ver; no existen pensamientos
neutros.
En base a lo anterior, es necesario atender nuestra a percepción como factor causal del “problema”
de la violencia.
Afortunadamente hemos sido dotados de un regalo: el Libre Albedrío.
Gracias a ello, tenemos libertad de cambiar nuestro sistema de
pensamiento, escogiendo otro diferente.
Los lentes para percibir el mundo pueden ser sólo dos, y no pueden ser
simultáneos. Podemos ver desde la creencia en la separación, o desde la
unicidad (entendida en el sentido de que todo es una sola unidad, sin
divisiones).
En un lenguaje religioso, se puede llamar esto como estar separado del
creador o ser uno con él.
Se refiere por un lado a la idea básica de que existes aparte del mundo, un mundo
amenazante del que debes protegerte. El sentimiento aparejado es siempre el miedo.
Esta modalidad se establece y mantiene en virtud de los juicios que estamos
constantemente haciendo y los pensamientos de ataque (atacar o ser atacado) que
suelen poblar nuestras cabezas.
El otro marco de referencia es el de la unidad o unicidad, es decir,
el reconocimiento de que estoy unido(a) con todo lo que existe, y que no hay línea divisoria entre yo y el
otro. El sentimiento aparejado es el amor. Podemos entrar en este modo, a
través de no hacer juicios y reconocer que no sabemos lo que realmente nos
conviene, porque nuestros pensamientos no están neutros, sino que están
distorsionados por nuestras percepciones erroneas. Es una elección que implica
soltar el control y reconocer que no me creé a mí mismo, y que hay una
inteigencia superior que sí sabe y que puede corregir mi Visión, siempre que
estemos dispuestos a soltar nuestras viejas ideas férreas, y confiar en que no
estamos solos y que nada que es real puede ser amenazado.
Desde el sistema de pensamiento que escogemos, se escribe el guión para un destino infeliz, o
para otro completamente diferente. El
libre albedrío sólo nos permite escoger con qué lentes vamos a ver el mundo; el
resto del guión sucede automáticamente.
El origen de la violencia está en nuestra mente, y no está realemnte afuera
como solíamos creer. La famosa frase “Padre, perdónalos porque no saben lo que
hacen”, es un ejemplo de esa libertad para elegir ver el mundo con los lentes
del amor, aunque las circunstancias “externas” se estén tratando de violencia,
de separación, de ataque, etc.
Habitualmente la solución planteada es objetada con
preguntas sobre los costos de adoptar un camino interior. Pues existen
situaciones concretas y muy reales que necesitan ser atendidas en nuestras muy
reales vidas. Pues bien, este enfoque no implica privarse de actuar. La idea
central es que las conductas no son más importantes que el sistema de
pensamiento que estamos adoptando por debajo de alguna conducta concreta.
También
podemos encontrar objeciones de que alcanzar el “ideal utópico” puede tomar
mucho tiempo. Sin embargo, esto no es algo a alcanzar el un futuro; es la única
elección real que tenemos en cada momento, ahora mismo y siempre.
Imaginemos por un momento que aceptamos esta idea, y que nos dedicamos
completamente a ver el mundo de otra manera, dejamos de alimentar juicios y
pensamientos de ataque en nuestras mentes, y simplemente nos relajamos en la
certeza de que todo tiene un propósito perfecto que descansa debajo de la
apariencia que nuestra percepción le ha dado.
Imaginemos que al sostener esta decisión, todos los problemas y conflictos que parecían
tener una existencia tan objetiva y persistente, se disuelven sin más
dificultad, y de pronto lo vemos todo con otros ojos, con otro significado y
entendiendo cuál es su verdadero propósito. Dejamos de luchar contra lo que
juzgamos como malo y al verlo con otros ojos, se transforma por sí mismo.
Imaginemos que podemos experimentar paz interior, sin depender de cuáles sean
las circunstancias aparentes.
Puede parecer algo abstracto pero no lo es…
Entonces, ¿qué debemos hacer concretamente?
Se ha demostrado que para que una colectividad adopte un
comportamiento, se requiere un número crítico de individuos que lo hagan. Se
estima que es la raíz cuadrada del 1% de esa población.
Si hay cerca de 7.000 millones de humanos en el planeta hoy, el número crítico es poco más de
8.000 personas.
Basta con que 8.000 personas adopten un compromiso total de mantener
su mente libre de juicios y pensamientos de ataque, y reemplazarlos por
pensamientos de unidad y amor, eligiendo libremente ver el mundo de otra
manera, cambiando sus pensamientos acerca de él, en vez de tratar de cambiar al mundo allí
afuera.
Esta transformación nos compete a cada uno de nosotros como seres humanos.
Un pasaje de la Biblia dice que aquél que llame se le abrirá, y aquél que pida se le
dará. Pues bien, no hay que preocuparse demasiado de qué hacer, sino aceptar
que nuestro marco de referencia no nos ha hecho felices, estar dispuestos a
soltarlo, y confiar en que las respuestas llegan cuando deseamos totalmente
recibirlas.
Es en realidad más
simple de lo que parece.
Estás
dispuesto(a) a soltar y confiar?
Yidaki Antonio Valenzuela
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